
Según, Gordon W. Allport y Leo Postman, “El rumor cumple una función de descarga emocional en forma inmediata al proporcionar alivio mediante una salida verbal”, pero esto no justifica las consecuencias de la mal-intencionada información que circunda por la organización. Aunque la fuente del rumor sea fidedigna, al dispersarse a través de muchos individuos pierde su categoría de autenticidad y es allí donde se estimula la imaginación de quien se involucra directa o indirectamente en ese círculo vicioso que puede afectar la moral de las personas.
La gente por lo general escucha un hecho que le interesa, pero sólo recordará el veinte por ciento de la información, porque la memoria es frágil y se tiende a llenar los espacios vacíos con inventos que muchas veces sus imaginarios quieren escuchar teniendo en cuentas sus experiencias personales y su forma de percibir e interpretar las cosas.
Para evitar o controlar los rumores, es necesario conocer el público interno de la organización, con el fin de detectar quiénes son los portadores de los rumores, por qué lo hacen y para qué; identificar cuáles son las cadenas de comunicación interpersonal que hay dentro de la misma para así tener una comunicación fluida, con el fin de no generar discordias de ningún tipo y llevar una comunicación interna asertiva, pues ésta ayuda a reducir la incertidumbre y a prevenir el temido rumor.
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